En un mundo donde la relación con los perros a menudo se idealiza, Manuel Pacheco, un entrenador canino sevillano, se enfrenta a realidades complejas y dolorosas.
Lejos de soluciones simplistas, Pacheco se erige a menudo como un último recurso para muchos perros con serios problemas de comportamiento y tutores exhaustos y desesperados.
Pacheco define a un perro en "zona roja" como aquel con problemas serios que se pueden canalizar a través de comportamientos agresivos. Para él, la clave para identificar esta situación reside en una pregunta fundamental que invita a la reflexión de la familia responsable del perro: "¿Tienen miedo de su perro?", ya sea un temor físico a ser mordidos o a que el animal dañe a otros. Esta cuestión, a menudo, revela una convivencia marcada por el miedo, la tensión y la frustración diaria.

Manuel Pacheco, entrenador canino
Las personas que buscan la ayuda de Manuel Pacheco llegan tras agotar todas las vías posibles, a menudo pasando por otros profesionales sin éxito. Se presentan confesando sentimientos de agotamiento emocional, culpa y el peso del juicio ajeno.
La frase "Eres mi última opción" resuena con una frecuencia sorprendente. Pacheco comprende que, antes de trabajar con el perro, debe brindar apoyo al humano, escuchar su historia sin prejuicios ni fórmulas mágicas, y traducir lo que el animal no puede expresar. Reconoce que el juicio social hacia estos tutores es común, a pesar de que muchas "son personas bienintencionadas que simplemente tuvieron la difícil experiencia de tener un perro" con problemas.
Su enfoque inicial consiste en "descubrir al perro", de manera similar a un cirujano que solicita pruebas para comprender la condición de su paciente. Realiza numerosas pruebas de evaluación en los primeros días para comprender la naturaleza del animal. Luego, analiza las expectativas de la persona.
Para ganarse la confianza de un perro que percibe el mundo como una amenaza y desconfía, Pacheco explora diversas "entradas" a la mente del perro, desde observar si disfrutan del agua durante el aseo hasta utilizar palabras familiares o el momento de ofrecer la comida. Pasar tiempo a solas con ellos, "traerlos a mi mundo" y, especialmente, llevarlos al campo, resulta esencial para establecer una conexión.
Un punto crucial que subraya Pacheco es la distinción entre los problemas de agresión fuera del hogar y aquellos que ocurren en el seno familiar. Este último escenario es el que genera mayor sufrimiento, dada la convivencia constante. Los casos más graves se dan cuando el perro ha mordido a algún famiiar. En estas situaciones, la confianza se ha fracturado y el miedo se instala en la persona. Recuperar esa confianza requiere un trabajo psicológico profundo, una "psicología de barrio", para preparar al humano ante los momentos difíciles que puedan surgir.
Pacheco habla con el corazón al abordar estos casos, especialmente cuando hay niños involucrados. Ha vivido experiencias dolorosas, como la de un perro que hirió gravemente a un niño. Ante esto, considera imperativo "decir la verdad absolutamente".
Las causas de estos problemas son diversas. No se limitan a las acciones u omisiones del la persona en la educación del perro. Influyen factores, como una socialización deficiente, las experiencias tempranas y la selección.
A pesar de lo complicado de algunos casos en los que trabaja, Pacheco ha experimentado grandes satisfacciones. Un caso que lo marcó profundamente fue el de un perro que llevaba dos años con un bozal en su propio hogar, sin poder ser tocado y con cicatrices por el uso constante del bozal. A pesar de pronosticar que la solución era improbable debido a un manejo inadecuado y excesiva presión en entrenamientos previos, este perro experimentó una transformación notable.
Sobre la utilidad del deporte canino, Pacheco opina que, si bien puede ser algo muy positivo, es crucial definir el objetivo y enfocarlo correctamente para que el perro pueda beneficiarse. Advierte que, en ocasiones, lejos de fortalecer el vínculo, el deporte puede aumentar la desconexión si se sobreexcita al perro. Ciertas disciplinas pueden generar adicción en el perro, centrándose únicamente en objetos como la pelota. Para él, la verdadera felicidad del perro reside en explorar la naturaleza y olfatear donde él mismo decide cuándo interactuar. El paseo y la exploración en entornos naturales permiten al perro "ser perro".
A pesar de algunas complicadas situaciones, para Manuel Pacheco su trabajo es una fuente de disfrute diario. Poder ganarse la vida trabajando con perros era algo impensable hace años. Como él mismo afirma, nadie posee una "varita mágica", pero él trabaja con vocación, fuerza, sinceridad y claridad.